Primera vez en la vida del Ritonelo. Un ennochecer. Un en-noche-ser. Un amontonamiento de puteadas tras puteadas tras puteadas tras mandamientos a la mierda. Un torbellino de ilusiones comanches. Trivialidades. Todo lo que hace que el animal atrape con sus dientes a la víctima temeraria y mirándola a los ojos de pavor le cante porciones de humus en el oído. La joven doncella horrorizada saca su escaparate y le rompe las mismísimas ganas de ensuciarse. El Ritonelo primero en su jerga rememora a sus hijitos. Los cuenta de a dos en dos. Y le prende una velita para la joven emperatriz del disgusto con sabor a gusto.
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