miércoles, 24 de septiembre de 2008

CAPÍTULO 6

Ya cansado de los lamentos el Ritonelo retorna a dar pan a los púberes. A los putos. A los pulcros. A los plumíferos. A los algodonados cojones cajonizados en una alta maroma de incapacidad. Rie. Está sentado en un dedal. Consuela su pensar con anotaciones bermejas bermellón donde el animal muerde indistintamente cuerpos decapitados decepcionados o despilfarrados por él mismo. Siente el silencio avecinarse y se avecina con la panchocracia moztacera. Le sube el volumen al silencio. El Ritonelo no miente cuando miente. Madruga versos en su peñasco mortificado y así respira amulatosamente.

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