El Ritonelo siente que se está quedando sin pasión. Camina preocupado porque no hay menos que diez u once elevamientos semanales y faltan catorce para la emigración. Siente también que se esconden sus amasijos de pegamento debajo de los rincones de la estufa. La estufa adquirida en la parada caminera o en la comisaría quinta. En la putrefacción perenne. Inmole. De golpes sangrosos. El ritonelo angustiado siente un ulular de entre sus huesos que piden remedio. Que piden costras. Entonces el animal enceguece y mastica hasta reventar todo aquello que se parezca a su postura. Nadie puede saludarlo sin convertirse en melodía feroz. Atiéndase esto: sin momificarse lateralmente de costado lateral.
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